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    Sábado, 25 de Mayo, 2019 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


    EL MADERO ISRAELI ANTIGUO SOBRE EL MONTE SION ES NATURALEZA DIVINA DEL PADRE: SU NUEVA TIERRA PARA TI:


    En busca para bendecir a las naciones de la tierra, entonces nuestro Padre celestial se acercó a Abraham para que vaya a Canaán, porque Él iba a bendecirlo con sus hijos incontables como la arena del mar y las estrellas del firmamento del cielo arriba:
    porque Él había determinado bendecirlo con su misma vida eterna. Ciertamente, nuestro Padre celestial tenia que tener a un hombre, como Abraham que había abandonado a sus parientes y amistades para ir a la tierra que no había conocido nunca, para
    habitarla con sus hijos que se los habían entregado ya tan numerosos como las estrellas del cielo arriba: porque descendían a vivir la vida eterna sobre la tierra por muchas generaciones.

    Realmente, Abraham creyó a la promesa de nuestro Padre celestial para tener un
    hijo de él mismo nacido con vida eterna, bendiciéndolo a él no solamente pero igual a su esposa Sarah con su vientre estéril, porque sus hijos serán incontables llenando
    la tierra continuamente con vida eterna—esta es la vida eterna del cielo arriba, bendiciendo a las naciones enteramente por fin. Ciertamente, nuestro Padre celestial había encontrado al hombre digno de creer en sus palabras de vida, que Él
    necesitaba regarlas sobre toda la tierra, pero, Él tenia que empezar en Canaán: porque esta es la tierra bendecida por Él para que su misma vida eterna nazca con su Hijo Jesucristo del cielo arriba, entregándonosla a si abundantemente a todos
    nosotros sus hijos siempre.

    Este es el hombre de nuestro Padre celestial que necesitaba empezar un sacrificio muy importante, desplegándolo sobre la roca de salvación del cielo
    arriba para llevar poderes de los tres sacrificios, llamando cada día a su Hijo Jesucristo a que nazca
    del vientre estéril de Sarah como Isaac, por el Espíritu Santo, derramando su
    sangre expiatoria abundantemente y llena de vida eterna siempre. Estos tres sacrificios con sus mitades opuestas una a otra sobre la roca de salvación junto con dos
    palominos sin cortar, salpicados con sangre expiatoria enteramente, asimilaban al monte santo de Jerusalén con su Hijo Jesucristo clavado al madero junto con
    dos testigos a sus lados, para que postreramente derrame su vida eterna victoriosa sobre todo
    enemigo y del mundo entero para siempre.

    Estos sacrificios, desplegados sobre la roca de salvación, entonces ellos tenían que llevarlo no solamente Abraham mismo, pero igual sus hijos viviendo en generaciones futuras, porque ellos eran los únicos en toda la tierra nacidos con la naturaleza
    divina del Padre celestial, como el Juramento a Isaac, llevando el sacrificio a
    su destino final, entregándoles así a todos vida eterna instantáneamente siempre. Entendiendo que, esta es la roca de salvación de nuestro Padre celestial, como el
    fundamento de vida para todo su reino celestial que bendice a las huestes angelicales, que necesitaba ser establecida en el corazón de la tierra: bendiciendo a cada hombre, mujer, niño y niña de las familias de las naciones
    con perfecta salvación,
    viviéndola al máximo diariamente, como en el cielo.

    Sin embargo, para que esto sea posible para nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, entonces, Él tenía que entregarle a su Hijo Jesucristo a Abraham, naciendo del vientre estéril de Sarah, por poderes del Espíritu Santo, y
    lleno de su naturaleza divina junto con bendiciones inagotables de vida eterna,
    llenando así a la humanidad entera con glorias eternas siempre. Puesto que, estas serán glorias que nunca han sido vistas en la gloria angelical ni menos sobre toda la
    tierra, que nacerán de los hijos prometidos a Abraham, prometidos por nuestro Padre celestial para entregárselos a su familia en todas las generaciones venideras, tocando así finalmente a las familias de las naciones que ya han descendido al infierno,
    eternamente perdidas.

    Por eso, cuando nuestro Padre celestial estaba listo para entregarle a Abraham a su Hijo Jesucristo nacido en la tierra del vientre estéril de Sarah, entonces, Él tenía que haber comido con él y con sus hijos adoptados del pan
    y vino, servido
    diariamente por su Hijo Jesucristo en la gloria celestial a las huestes angelicales para mantenerlos siempre santos una eternidad entera. En otras palabras, cuando nuestro Padre celestial estaba listo para comer del pan y vino
    con Abraham y sus hijos
    adoptados de la Mesa santa, entonces, ellos fueron servidos por su Hijo Jesucristo: porque solo él es no solamente el Cordero con la sangre expiatoria
    llena de su naturaleza divina y vida eterna, pero también es la roca de salvación para siempre.

    Es decir, también que solamente su Hijo Jesucristo es el fundamento de la vida
    eterna de nuestro Padre celestial en la gloria celestial para con las huestes angelicales: pero igualmente, él es la roca de salvación con vida eterna para
    cada hombre,
    mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones, empezando con Israel siempre. Por ende, era importante para nuestro Padre celestial haber comido de la Mesa santa del pan y vino con Abraham y su familia, porque solamente su Hijo Jesucristo serÃ
    ¡ el pan y vino, que su cuerpo sagrado le ha dado a Israel a comer primero y luego las naciones, llenando la tierra entera con su naturaleza divina, así como en el cielo siempre.

    Por esta razón, cuando nuestro Padre celestial invitó a Abraham a comer del pan y vino, entonces, Él estaba invitándolo a él junto con sus hijos, prometidos a él por muchas generaciones a comer de su altar de su naturaleza divina y de su vida
    eterna junto con cada bendición que llena al reino angelical y a toda la tierra últimamente. En otras palabras, nuestro Padre celestial tenía que comer y beber con Abraham y con su familia por muchas generaciones, empezando con sus hijos adoptados,
    para que sus hijos prometidos, formando su nación dorada, coma igualmente de su altar siempre, y así, su vida eterna se riegue: porque cuando más comen sus hijos de su altar, entonces mayor es el derramamiento del Espíritu Santo.

    Visto que, este es el Espíritu Santo que no solamente nos entrega a cada uno de nosotros su naturaleza divina, recibiéndonos, como sus hijos legítimos sobre su altar de Abraham e Isaac, pero igualmente, recibidos somos en la gloria angelical, y así,
    nosotros haremos su voluntad perfecta, y esto es de conquistar glorias nunca antes vistas, exaltando su santo nombre fuego siempre. Por cuanto, nuestro Padre celestial aún necesita su vida eterna, en que su Hijo Jesucristo nació como Isaac, entregada a
    Abraham y su familia adoptiva inicialmente, pero igualmente, entregada a sus hijos prometidos en generaciones futuras, llenando así la tierra entera, empezando en su corazón, como el Valle de los huesos secos, con su vida santísima y victoriosa sobre
    Satanás una eternidad entera.

    Sin embargo, para que Abraham viva esta vida maravillosa, que empezó con Isaac, pasándola hacia Jacobo y sus hijos de generaciones futuras, solamente puede ser obtenida por el bautismo en agua, invocando la santidad perfecta de su nombre, su Hijo
    Jesucristo y su Espíritu Santo, para que puedan llamar así por más de la naturaleza divina que descienda sobre toda nación siempre. Por eso, fue importante para nuestro Padre celestial tener a Abraham ascendiendo al monte santo de Jerusalén,
    descansando sobre el Moriah, presentando así a su único hijo Isaac, como una ofrenda encendida hacia Él en la gloria celestial, ofreciendo él: la vida eterna de su único hijo Isaac llena de toda naturaleza divina para las familias de las naciones,
    para salvación eterna de todos.

    Visto que, esto fue lo que sucedió: cuando nuestro Padre celestial llamó a Abraham a ofrecer a su único hijo Isaac, como una ofrenda encendida hacia Él en el cielo: y así, Isaac le ofrezca su vida eterna a él, Abraham, y luego, a
    cada hombre, mujer,
    niño y niña de las familias de las naciones, transformando la tierra en una nueva tierra postreramente. Sin embargo, para que esto suceda, nuestro Padre celestial no solamente necesitaba a Jacobo nacido como su primogénito de la casa de Israel, pero
    igualmente, sus hijos necesitaban nacer en tierra ajena como esclavos, recogiendo cada pecado del pasado, del presente y del futuro con poderes del Juramento a Isaac, abriendo así el camino de la vida eterna en Canaán hacia la eternidad.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial después que los cuatrocientos años se
    habían cumplido, entonces, Él descendió con su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo para liberar a Israel del cautiverio egipcio, porque Él necesitaba bautizarlos en
    agua del Mar Rojo lo más pronto posible, invocando la santidad perfecta de su nombre, su Hijo y su Espíritu Santo sobre ellos. En este bautismo todopoderoso
    del Mar Rojo, entonces todos los israelitas antiguos fueron liberados de pecados recogidos por
    generaciones, para que ellos mismos los lleven en sus carnes sagradas y con la sangre expiatoria llena de la naturaleza divina de nuestro Padre celestial, abandonándolos en el lecho marino para siempre: y así, el Padre recibir a Israel como su
    sacerdote terrenal finalmente.

    Visto que, nuestro Padre celestial necesitaba a todo Israel caminando por el desierto del Sinaí en busca de agua, y esta era el agua de la roca de salvación que ellos fallaron en encontrarla y sólo hasta que llegaron a las aguas amargas de Marah, que
    necesitaban ser endulzadas por el árbol (que eran ellos mismos), descendiendo del monte santo de Jerusalén, en Canaán. Entendemos que, cuando toda la casa de Israel bebió de las aguas amargas de Marah, endulzadas por el árbol del monte santo de
    Jerusalén (que son ellos mismos, como hijos de Dios nacidos con su naturaleza divina), entonces, ellos podían endulzar el Valle de los huesos secos, porque caminaban hacia él, como su destino final por otros siglos más de cautividad.

    Puesto que, los israelitas tenían que beber de la roca de salvación, después
    de haber tomado de las aguas endulzadas del Marah, porque al beber de ella, entonces ellos fallaran en tener sed nuevamente, pero igualmente, ellos la estaban llevando con
    ellos junto el tabernáculo y su Lugar Santísimo finalmente a descender al Valle de los huesos secos. Además, los israelitas antiguos necesitaban expiar cada pecado abandonado en el Mar Rojo con el tabernáculo de reunión y su Lugar Santísimo,
    derramando sangres expiatorias de corderos cada paso hacia las familias de las naciones yaciendo en sus huecos infernales debajo del desierto del Sinaí, pavimentando así el camino para que su Hijo Jesucristo entre a Canaán con su misma vida eterna
    finalmente.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba volver hacer nuevamente lo que había hecho con todo Israel y sus pecados acumulados de cuatrocientos años, bautizándolos en el Mar Rojo, pero ahora, Él tenía que derramar tanta sangre
    expiatoria de
    corderos como el Mar Rojo con la carne sagrada israelí mediando, intercediendo
    y representando naciones yaciendo en sus huecos infernales, quitando el pecado de sobre ellos postreramente. Considerando que, sin la carne sagrada israelí y
    el Juramento a
    Isaac, nuestro Padre celestial hubiese fallado primero en acumular pecados de las familias de las naciones por cuatro siglos, entonces, fallado en abandonar todo pecado del mundo entero en el Mar Rojo: y finalmente, fallado en expiarlos
    con la carne
    sagrada israelí, removiéndolos para siempre desde Canaán últimamente.

    Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba expiar cada pecado del pasado, del presente y del futuro con la carne sagrada nacida del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, dándonos a Isaac, Jacobo y los hijos incontables, recibiendo así la
    naturaleza divina del Padre, para alimentar toda vida eterna con los ángeles del cielo arriba y en Canaán para con la humanidad entera. Además, nuestro Padre celestial necesitaba cada pecado removido de la tierra antes de permitir que Israel sea
    mordido de serpientes venenosas emergiendo del Valle de los huesos secos: olfateando pecados, rebelión y muerte de Israel finalmente descendieron con ellos a sus tumbas tempranas: más el Padre los salvó a ellos con la serpiente
    de bronce clavada al
    madero últimamente.

    Inmediatamente, nuestro Padre celestial tenía a Moisés, martillando una serpiente de bronce, clavándola al madero, como señal para cada hombre, mujer, niño y niña yaciendo en el Valle de los huesos secos para ver al Rey Mesías entrar a Canaán con
    la carne sagrada y la sangre expiatoria, llena de vida eterna, dándoles poderes para ver la vida en el Tercer Día nuevamente. Visto que, es su santidad que nuestro Padre celestial había preparado para ellos, y así, todos
    regresen a vivir nuevamente:
    amando, sirviendo y glorificando su santo nombre fuego sobre el monte Sion, así como había Él llamado a Moisés inicialmente a regresar al monte alto para servirle a Él con todo Israel perpetuamente, conquistando glorias de eterna santidad jamás
    vistas antes por nadie.

    Verdaderamente, lo que nuestro Padre celestial y el Espíritu Santo le estaban diciendo a Moisés e Israel, fue que ellos tenían que regresar al monte santo de Jerusalén, en Canaán, con rituales y ceremonias de perfecta santidad ejecutados por cada
    hombre, mujer, niño y niña de las familias yaciendo en el infierno, para ser destruidos por Él mismo con su misma vida santísima. Considerando que, después que Israel antiguo había cumplido cabalmente con deberes de sumo sacerdote para nuestro
    Padre celestial, ejecutando rituales y ceremonias de perfecta santidad, en los cuales ellos nacen naturalmente siempre, como un convenio de vida por el desierto del Sinaí, entonces, ellos finalmente descendieron con su carne sagrada al corazón de la
    tierra: victoriosos sobre Satanás y la muerte perpetuamente.


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